Mi piel es tan blanca y dulce como la leche y la miel, cual luna engarzada en negra noche, mientras el agudo esplendor de mis dientes cae sobre su piel, para bañarlo con agujas incandescentes que serán estrellas de sudor y de placer. Mi carne, siempre mi carne ha sido blanca pero también fue amarga; tan amarga como la hiel.
Adoro cuando tus ojos se hunden en mi cuerpo desnudo. Adoro cuando tus dedos me acarician como si fuera un piano. Así entonces, quiero estar entre tus manos y perderme; quiero poseerte y que me poseas; quiero apropiarte definitivamente y que me devores, de manera tan devota e intensa, que podamos embarazarnos de una vez. Quiero que me tomes con toda tu fuerza y que me arrojes. Así, como tú mismo lo dices: al abismo, hacia fuera; escúlpeme como al papel, con esas palabras de semen que me llenan.

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