Genealogía de la Violencia

Suele pensarse en la humanidad como una especie violenta, incluso como la más violenta que haya conocido este planeta. Sin embargo, la violencia se encuentra en la totalidad del ente y como parte ello, en esa corriente circular que denominamos "vida". 

La razón de lo anterior es simple, pues los estudios científicos no tienen por objeto a la vida misma, sino a los seres vivos, a partir de una definición por demás general y que tiene relación con el metabolismo. Hablar de la vida, por lo tanto, conduce a problematizar un respectivo horizonte temporal y sus perspectivas interpretativas. Por ejemplo, desde la tradición antigua, los helenos poseían dos palabras para hablar de la vida, Zoé y Bios, siendo la primera un término para hablar de la vida sin mayor caracterización; y la segunda, un modo de ser específico de la primera. El erudito Karl Kérenyi ilustraba este punto mediante la figura de un collar, siendo el Bios las cuentas y Zoé, el hilo que las sostiene.

Zoé traduce una especie de hilo o flujo nutricio que circula a través de todas las formas de vida que sostiene (Bios) y que son propiamente las “cosas vivas”. Un referente más cercano tal vez resulte, por ejemplo, la energía solar que circula por todas la formas de vida de nuestro planeta. Por su parte, las formas inanimadas son el resultado de la nucleo-síntesis estelar y que, según el tamaño de las estrellas, conjuga los distintos elementos que integran el universo. Así por ejemplo, el hierro de nuestra sangre o los distintos isótopos de carbono, provienen de las estrellas y se combinan de diferente manera para dar origen a las formas de vida que conocemos o “Bios”.

Hay entonces, de alguna forma, un flujo de vital de energía que sostiene a todas las cosas vivas y este último, es de hecho un torrente violento que instantáneamente crea y destruye . Por lo tanto, aquello que llamamos “muerte” no es en realidad el fin de la vida, sino el término de una de sus manifestaciones o bien, la consumación de una forma que instantáneamente retorna a ese flujo denominado “Zoé”.

Más inquietante aún es el hecho que, en tanto modos de ser (Bios) de la vida misma (Zoé), aquello que denominamos placer y felicidad, tristeza y dolor, no son sino el resultado del contacto con ese flujo violento que nos sostiene. Así entonces, para que algo pueda prosperar, muchas otras cosas tienen que perecer por necesidad. Recibimos el sustento, la felicidad y la tristeza de todo lo que nos rodea. De ahí que somos violentos porque somos parte de la vida misma; por más pacíficos que seamos como individuos, al comer, al amar, al tomar algo para nosotros, estamos siendo violentos contra otros modos de ser de lo mismo. Reconciliarnos con este específico aspecto de nuestro ser es indispensable para asumir nuestro respectivo lugar en el cosmos.

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